Publicación bimestral de la Coordinación de Extensión Universitaria

Cauce en línea

Desasosiego leve

Letras en línea

Santiago Solano Montes de Oca
Licenciatura en Medicina
División Ciencias Biológicas y de la Salud

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En memoria a Charles Bukowski (1920-1994)

En la mitad de este cuarto oscuro, siento cómo resbala el alcohol por mi garganta. La inmundicia de mi boca se entremezcla con este líquido, las bocanadas de amor efímero; saliva de una desconocida a quien mi sexo ansía tanto, queman con sus desatados besos, besos como los que uno da a bocanadas de un cigarro barato.

El roce del cuerpo que baila no incita más que a la desesperación, ¿por qué tanto erotismo y patetismo a la vez, en el movimiento oscilante de su cadera y sus pechos? Las manos absurdas buscan algún pequeño punto fijo, duro y petrificado de agarre. El fuerte olor a sexo, a sexos almacenados en la oscuridad de un camarote, el cual no dista de un baño público. Los gemidos tan falsos; en cada movimiento, en cada leve roce, como falsa es la luz propia de una luna, reflejan la luz de alguien más. Frota que frota, pega que pega su cuerpo, aprieta

que aprieta, besa que besa, mas no surte efecto por lo que uno ha
pagado, sino que me pongo a filosofar en esos instantes, ¿en qué momento todo se fue a la mierda?

Es entonces que las dudas desaparecen por un momento y no sé si ha sido porque también ha desaparecido la ropa, o es el alcohol que todo lo vuelve en un falso pasajero, o la oscuridad en la que uno se embulle para olvidarse de todo; quizás uno es lo que lamentablemente quiso ser, acarreando todas las consecuencias de nuestros actos, no sin antes pensar qué hubiera sido mejor.

¡Sí!, hubiera sido mejor hacer eso o no haber hecho aquello. Frota que frota, pega que pega la piel blanca y desnuda, aprieta que aprieta, lame que lame y parece ser un nuevo día, uno falso, porque nada de nuevo tiene, sino que inunda en la desesperación y no soy capaz encontrar un mejor camino que éste, porque… aunque todo se fue a la mierda, me gusta.

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El alcohol almacenado en cada célula de mi cuerpo me embriaga, provoca que me arda en el fondo del estómago y quizás no sea más que otra poética diarrea o tal vez sea la tan ansiada fogosa alma del cambio, ¿a quién le importa?, ¿a quién le importo?

–¿Te importo, nena?
–Dámelo, dámelo todo…

Después de todo no hay pensamiento que no aparezca al filosofar, y filosofar que no pase por un inútil pensamiento.

Pesa el cuerpo, se siente caliente, es como si este cuerpo advenedizo lloviese y me humedeciera de raras lágrimas. El sonido del metal desabrochado, de la ropa raída por el amplio deseo. De pronto, lo más hermoso que me queda: el desaire inmenso e inmerso en mi cuerpo.

Frota que frota, pega que pega, aprieta que aprieta, resbala que resbala, bufa que bufa, berrea que berrea, acelera que acelera, dale que dale, saca que saca, viene que viene y la mentira de satisfacción satisfecha; ¡vaya mierda…!

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